El desafío de modernizar el transporte pesado en Perú

El transporte pesado en Perú enfrenta desafíos como infraestructura vial deficiente y altos costos logísticos. La modernización tecnológica y la profesionalización son clave para un desarrollo sostenible y eficiente.

El transporte pesado constituye la columna vertebral de la economía peruana, movilizando más del 95% de la carga terrestre, según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Su influencia en la minería, construcción, agricultura y energía es esencial, pues los vehículos trasladan bienes y forman parte de una red logística que conecta regiones, dinamiza mercados y sostiene miles de empleos a lo largo del país.


A pesar de su importancia, el sector enfrenta desafíos estructurales que limitan su potencial. La deficiencia en infraestructura vial es uno de los obstáculos más urgentes. El trayecto entre Lima y Cusco, por ejemplo, dura hasta 24 horas. Esta ineficiencia se traduce en altos costos logísticos que alcanzan 34% del precio final de los productos movilizados, superando ampliamente el promedio latinoamericano, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).


A esto se suman problemas como bloqueos en ruta y robos, que incrementan los costos operativos y generan cuantiosas pérdidas para las empresas. A pesar de estos aspectos, el sector está atravesando un proceso de modernización impulsado por la tecnología y la innovación. La optimización de motores diésel y el uso creciente de combustibles alternativos como el gas natural permiten reducir los costos operativos y disminuir significativamente la huella ambiental del transporte pesado.


La incorporación de sistemas de seguridad activa, como frenos automáticos de emergencia, control de estabilidad o alertas de punto ciego, ha contribuido a mejorar la seguridad vial en trayectos de alta exigencia o condiciones climáticas adversas. La conectividad también juega un papel clave. Los sistemas de monitoreo en tiempo real y el análisis de datos permiten optimizar rutas, identificar hábitos de conducción y prevenir riesgos, generando así un impacto directo en la eficiencia operativa.


En el futuro, el sector tendrá que responder a nuevas demandas logísticas generadas por megaproyectos como el Puerto de Chancay o la ampliación del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. Estos desarrollos aumentarán considerablemente el flujo de mercancías, lo que requerirá flotas más modernas, seguras y sostenibles. La profesionalización del transporte también requiere una mirada inclusiva.


La capacitación continua de conductores y la incorporación de mujeres en un rubro históricamente masculinizado son pasos fundamentales para cerrar brechas de género y elevar los estándares del transporte pesado. Iniciativas de formación especializada, tanto en conducción como en tecnologías vehiculares, deben consolidarse como política permanente para acompañar esta evolución.


Es necesario un compromiso conjunto entre el sector público y privado para invertir en infraestructura, crear incentivos a la adopción de tecnologías limpias y diseñar políticas públicas que promuevan un transporte pesado eficiente, competitivo y ambientalmente responsable. Esta transformación es también una oportunidad estratégica para avanzar hacia un modelo de desarrollo más equilibrado, sostenible y moderno.


Un nación que invierte en su red logística invierte en su capacidad de crecer, integrarse y responder a los retos del futuro. Perú necesita que su motor oculto, el transporte pesado, siga en marcha, pero con una visión renovada. Una visión que ponga al centro la seguridad, la eficiencia, la equidad y la sostenibilidad. Solo así este engranaje invisible podrá seguir moviendo el país hacia adelante.

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