IA transforma las universidades; ¿adiós a las humanidades?

La Inteligencia Srtificial revoluciona la educación, desafiando al pensamiento humano a reconectar con las preguntas esenciales sobre la existencia y el sentido de la vida.

La Inteligencia Artificial (IA) está generando una revolución silenciosa en las universidades, especialmente en las humanidades. A pesar de la rapidez con la que esta tecnología avanza, la reacción inicial de los ambientes universitarios ha sido de negación y resistencia.


Muchos estudiantes temen sanciones académicas por utilizar herramientas como ChatGPT, mientras que las instituciones implementan políticas prohibicionistas y bloquean plataformas. Esta estrategia de ignorar la IA no es sostenible, advierte el autor de un artículo publicado en The New Yorker, D. Graham Burnett, historiador de la ciencia y la tecnología.


Burnett describe cómo un estudiante logró entrenar un modelo de IA con contenidos de clase, creando un asistente capaz de responder preguntas académicas con gran solvencia. En otro caso, una conferencia sobre un manuscrito iluminado resultó menos esclarecedora que las respuestas obtenidas instantáneamente mediante ChatGPT, ilustrando que el acceso a información crítica y análisis rigurosos ya no dependen exclusivamente de las fuentes humanas tradicionales.


En una iniciativa pedagógica innovadora, Burnett propuso a sus alumnos un proyecto singular: dialogar con sistemas de IA sobre el tema de la historia de la atención humana, condensando posteriormente esas conversaciones en ensayos reflexivos. El resultado fue una serie de encuentros intelectuales que impactaron profundamente tanto a los estudiantes como al docente.


Un alumno, por ejemplo, desafió a ChatGPT-4 a reflexionar sobre la belleza musical y constató que, pese a su conocimiento técnico, el sistema admitía su incapacidad para sentir emociones. Ceci, estudiante de español, guió al chatbot a través de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, logrando respuestas de una fidelidad espiritual inquietante. Xander y Davey llevaron a las IA a interrogantes sobre la naturaleza del ser, la atención y la conciencia, alcanzando niveles de complejidad filosófica notables.


El impacto de estas experiencias fue tan profundo que, en las sesiones posteriores, los estudiantes compartieron vivencias que rozaban lo existencial. Jordan descubrió que, al interactuar con una IA sin necesidad de reciprocidad emocional, podía concentrarse en sus propios pensamientos de una manera que jamás había experimentado con seres humanos. Esta atención “pura”, paciente e incondicional, reveló dimensiones nuevas de introspección intelectual y emocional.


El futuro humanista

Burnett plantea un diagnóstico grave y esperanzador a la vez: las humanidades, tal como se conocían, están condenadas a desaparecer. La IA puede generar libros, investigaciones y análisis a una velocidad y eficiencia que ningún ser humano puede igualar. Sin embargo, este aparente ocaso abre una oportunidad: retornar al núcleo originario de las humanidades, a la interrogación sobre el ser, el sentido de la vida, la muerte y la libertad.


Preguntas que ningún sistema, por sofisticado que sea, puede responder genuinamente, porque no vive ni siente. “Lo que permanece”, concluye el autor, “es la experiencia irreductible de existir”. La IA en universidades presenta un desafío para repensar la educación hacia un futuro humanista. Se requiere formar seres humanos capaces de pensar críticamente, cuestionar, sentir y construir un mundo más digno. Frente a la velocidad del algoritmo, la lentitud y profundidad del pensamiento humano emergen como el auténtico desafío.


La respuesta no será la resistencia técnica ni el repliegue nostálgico, sino una educación verdaderamente humanista: formar seres humanos capaces de pensar, de interrogarse, de sentir y de construir un mundo más digno. La experiencia irreductible de existir es lo que define nuestra esencia humana, y es en esta esencia donde debemos encontrar la clave para navegar por los desafíos que presenta la IA.

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